El 3-D tuvo una corta vida en los años 50, como una de las ideas renovadoras para competir con la llegada de la televisión. Y dio lugar a algún título memorable, como Los crímenes del museo de cera (André de Toth, 1953). Tres décadas después, a comienzos de los 80, en esa ocasión con la extensión del video doméstico como fondo, vivió un efímero revival. Ahora las razones son parecidas (la evolución tecnológica que ha experimentado el cine en casa en la última década, a la que se suma la competencia brutal de la piratería), y la diferencia está en la técnica, muy desarrollada con respecto a los rudimentos de otras épocas.
Precisamente la técnica es el nuevo paso que da Dreamworks Animation con Monstruos contra alienígenas, que usa una tecnología denominada InTru-3D y que supone la concepción y creación de la película en 3-D, y no, como hasta ahora en los últimos filmes estrenados, tanto en animación digital (Bolt) como en imagen real (Viaje al centro de la tierra), a partir de un tratamiento en la postproducción.
Aunque se estrena también en formato bidimensional, merece la pena verla en 3-D. El espectáculo, tecnológicamente hablando, es magnífico, con escenas en las que uno parece integrarse realmente en la acción. Por otro lado, en cuanto al tratamiento digital de las imágenes, el más difícil todavía lo representa el personaje de B.O.B., una masa gelatinosa que cambia constantemente de forma y que se come las cosas más inverosímiles, que se mueven a su vez por su interior. Llama la atención que esa perfección técnica se deje algún pequeño detalle: varios escenarios en los que se desarrolla la acción en primer término se antojan planos y bastos, como los de los dibujos animados de antaño.
Menos lograda es la historia. El planteamiento de una invasión alienígena está sobado, y se desarrolla sobre el más trillado aún pastiche de referencias de películas clásicas, desde las serie B de los 50 (La mosca, El terror no tiene forma, El ataque de la mujer de 50 pies...) hasta homenajes al partner Spielberg (confundador de Dreamworks) a través de Tiburón, ET o Encuentros en la tercera fase.
La cosa resulta simpática (para los padres, no para los niños, que no conocen esas películas), y en particular cuando sale a relucir la socarronería marca de la casa (ahí está Shrek), como el primer contacto con los extraterrestres, en el que el presidente de Estados Unidos pasa de interpretar los acordes sencillos que tocaba Truffaut en Encuentros en la tercera fase a los pegadizos sonidos funkies que Harold Faltermeyer compuso para Superdetective en Hollywood.
Pero la propuesta no es suficiente para armar un relato con algo más de enjundia. La mala uva (no hay que olvidar que uno de los codirectores, Conrad Vernon, lo fue a su vez de Shrek 2) proporciona momentos divertidos y, sobre todo, un delirante dibujo del presidente de Estados Unidos (el mejor personaje del filme), y por el fondo del relato corre una sugerente idea: la reivindicación de la diferencia. Son unos monstruos (hasta entonces encerrados en una prisión, fuera de la vista de la sociedad) los que al final defenderán a la Tierra de los invasores. La sociedad que les ha maltratado y humillado por ser diferentes tiene que recurrir de ellos para que la protejan de una amenaza que no sabe combatir.
Sin embargo, a la historia se falta una coherencia interna, un verdadero hilo conductor que le dé sentido a todo más allá de los chistes y la brillantez de sus secuencias. Por eso resulta irregular, con escenas, paradójicamente, demasiado habladas y pesadas, con unos personajes poco desarrollados dramáticamente y con un tema de fondo (ese elogio de la diferencia) que, aunque interesante, queda a años luz del desarrollo que de él se hacía, por ejemplo, en Los increíbles.
El 3-D se impone, parece, y vienen más ejemplos en los próximos meses. De Disney-Pixar a la nueva propuesta de James (Titanic) Cameron, Avatar. Habrá que desear que las historias no queden por debajo de la apuesta tecnológica. Esta primera sí lo ha hecho.
Título original: Monsters vs. Aliens. EEUU, 2009.
Dirección: Rob Letterman y Conrad Vernon.
Guión: M. Forbes, W. Wolodarsky, R. Letterman, J. Aibel y G. Berger.
Música: Henry Jackman.
Intérpretes: Reese Witherspoon, Hugh Laurie, Kiefer Sutherland, Will Arnett, Seth Rogen.
Precisamente la técnica es el nuevo paso que da Dreamworks Animation con Monstruos contra alienígenas, que usa una tecnología denominada InTru-3D y que supone la concepción y creación de la película en 3-D, y no, como hasta ahora en los últimos filmes estrenados, tanto en animación digital (Bolt) como en imagen real (Viaje al centro de la tierra), a partir de un tratamiento en la postproducción.
Aunque se estrena también en formato bidimensional, merece la pena verla en 3-D. El espectáculo, tecnológicamente hablando, es magnífico, con escenas en las que uno parece integrarse realmente en la acción. Por otro lado, en cuanto al tratamiento digital de las imágenes, el más difícil todavía lo representa el personaje de B.O.B., una masa gelatinosa que cambia constantemente de forma y que se come las cosas más inverosímiles, que se mueven a su vez por su interior. Llama la atención que esa perfección técnica se deje algún pequeño detalle: varios escenarios en los que se desarrolla la acción en primer término se antojan planos y bastos, como los de los dibujos animados de antaño.
Menos lograda es la historia. El planteamiento de una invasión alienígena está sobado, y se desarrolla sobre el más trillado aún pastiche de referencias de películas clásicas, desde las serie B de los 50 (La mosca, El terror no tiene forma, El ataque de la mujer de 50 pies...) hasta homenajes al partner Spielberg (confundador de Dreamworks) a través de Tiburón, ET o Encuentros en la tercera fase.
La cosa resulta simpática (para los padres, no para los niños, que no conocen esas películas), y en particular cuando sale a relucir la socarronería marca de la casa (ahí está Shrek), como el primer contacto con los extraterrestres, en el que el presidente de Estados Unidos pasa de interpretar los acordes sencillos que tocaba Truffaut en Encuentros en la tercera fase a los pegadizos sonidos funkies que Harold Faltermeyer compuso para Superdetective en Hollywood.
Pero la propuesta no es suficiente para armar un relato con algo más de enjundia. La mala uva (no hay que olvidar que uno de los codirectores, Conrad Vernon, lo fue a su vez de Shrek 2) proporciona momentos divertidos y, sobre todo, un delirante dibujo del presidente de Estados Unidos (el mejor personaje del filme), y por el fondo del relato corre una sugerente idea: la reivindicación de la diferencia. Son unos monstruos (hasta entonces encerrados en una prisión, fuera de la vista de la sociedad) los que al final defenderán a la Tierra de los invasores. La sociedad que les ha maltratado y humillado por ser diferentes tiene que recurrir de ellos para que la protejan de una amenaza que no sabe combatir.
Sin embargo, a la historia se falta una coherencia interna, un verdadero hilo conductor que le dé sentido a todo más allá de los chistes y la brillantez de sus secuencias. Por eso resulta irregular, con escenas, paradójicamente, demasiado habladas y pesadas, con unos personajes poco desarrollados dramáticamente y con un tema de fondo (ese elogio de la diferencia) que, aunque interesante, queda a años luz del desarrollo que de él se hacía, por ejemplo, en Los increíbles.
El 3-D se impone, parece, y vienen más ejemplos en los próximos meses. De Disney-Pixar a la nueva propuesta de James (Titanic) Cameron, Avatar. Habrá que desear que las historias no queden por debajo de la apuesta tecnológica. Esta primera sí lo ha hecho.
Título original: Monsters vs. Aliens. EEUU, 2009.
Dirección: Rob Letterman y Conrad Vernon.
Guión: M. Forbes, W. Wolodarsky, R. Letterman, J. Aibel y G. Berger.
Música: Henry Jackman.
Intérpretes: Reese Witherspoon, Hugh Laurie, Kiefer Sutherland, Will Arnett, Seth Rogen.
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