lunes, 17 de noviembre de 2008

Cómo desarrollar la voluntad

Si observamos con atención, muchas de nuestras grandes derrotas en la vida se originan en la falta de voluntad. No se trata tanto de falta de deseos, o de medios, sino de no tener la fuerza de voluntad necesaria para hacer prevalecer nuestra meta ante los obstáculos y esfuerzos que nos separan de alcanzarla.

Pero la voluntad ha desaparecido de los modernos textos de psicología. Ya no se enseña, no se predica. Y se necesita más que nunca.

A confesión de todos cuantos descubrieron este concepto, quien domina el arte de la voluntad, cuenta con un poder magnífico, que abrirá las puertas a sus sueños y los hará realidad en cuanto sea posible… e incluso conquistará imposibles. Se dice que éste – el de la voluntad – fue el secreto más poderoso de los jesuitas, que les permitió la conquista del mundo e influenciar a naciones enteras para desarrollar su potencial.

El peso de la voluntad

Como personas, nuestra expresión natural es la voluntad. Podemos enfrentar, crear y recrear el mundo gracias a la voluntad. Pero esa facultad, para que se potencie y nos otorgue la plena individualidad, hay que ejercitarla, educarla, hacerla crecer.

¿Qué pasos seguir? Un orden sencillo y realizable no puede olvidar estos cinco puntos elementales: tener un propósito (enfoque), intención, motivación, evaluación y deliberación.

Con esto tenemos lo que podríamos definir como la “maquinaria” de la voluntad. Y de nada sirve una máquina sin un objetivo, sin una labor que cumplir.

Tal objetivo será nuestra meta, el final del camino que tenemos que recorrer. Una meta deseada, querida, de la cual estamos firmemente convencidos.

Lo segundo requiere un poco de introspección, de observarnos por dentro, con objetividad. Se trata de averiguar los “por qué” de nuestros desvíos de la meta. Conocer las causas de esos “autosabotajes” que frustran nuestros intentos, impidiendo alcanzar nuestro objetivo.

Para servirnos de guía, podemos hacer una pequeña lista de aquellas barreras, esas “otras motivaciones” que entraron en conflicto con nuestra meta, mirar con seriedad todas aquellas veces en que fuimos irresponsables, dispersos, inmaduros y apuntar qué fue exactamente lo que ocurrió y qué consecuencia tuvo, por qué no se pudo, etc.

¡Cuántas otras veces fueron nuestros distintos “yo” los que entraron en conflicto! Somos unos en el trabajo, otros en sociedad, otros en la intimidad del hogar, otros en nuestra vida religiosa, otros como padres, otros como hijos, etc… Apunte todo, todo lo que interfiere, lo que apoya y complementa, lo que dicta algún otro punto de vista en su interior. Llegaremos, así, a un momento de alineación de estos roles, de estas sub-personalidades, que potenciarán incalculablemente nuestra máquina de la voluntad.

¿Cómo lograremos ese motivo sin estar íntimamente movidos a alcanzarlo? La motivación es nuestra respuesta. Muchos han exagerado la importancia de este punto pero, sin embargo, nadie puede despreciarla o negar el papel fundamental que tiene en aplicar el resorte interior que nos impulsa. Motivos podemos tener muchos. Algunos motivos son meramente físicos, otros emocionales, otros intelectuales. Podemos estar motivados por una causa ética, religión, intereses sociales, artísticos, sentimentales, familiares, laborales, simbólicos o tantos otros igualmente poderosos.

Dicho esto, sopesamos el movimiento en una balanza interna: la mejor balanza del mundo, porque nos afecta en lo más íntimo.

Pensemos, pausada y serenamente: esto que deseo, que quiero tanto, que imagino en sus detalles para alcanzarlo, ¿por qué lo hago? ¿para qué? ¿qué enfrentaré? ¿por dónde me moveré? Aquí ingresan nuestros valores personales, el peso que tienen los campos de nuestra vida y todo lo que implica nuestro mundo interior y exterior ordenado valóricamente.

Trataremos, entonces, de tomar conciencia de nuestra posición y nuestra actitud ante todo el abanico de consideraciones que desplegamos ante nuestros ojos.

Finalmente, nuestros preparativos llegan al puerto de salida. Aquí, movidos y claros respecto a lo que queremos y sus consecuencias, sopesaremos todas las condiciones formales del problema, es decir, el “cómo lograrlo”, y las respuestas a todos los problemas que prevemos que se puedan presentar.

Hemos concluido nuestro viaje por el interior de la maquinaria de la voluntad.

Ahora, ¡manos a la obra!

Ahora, el primer enemigo que encontraremos será la dispersión. No podemos conquistar todo de un solo golpe, con un mínimo esfuerzo ni a un mismo tiempo. Tendremos, entonces, que jerarquizar, priorizar y descartar. Aprender a renunciar a todo en lo inmediato es el primer paso para hacer efectivo nuestro entrenamiento de la voluntad. Se trata de aprender a decidir nuestras preferencias inmediatas.

Mientras más aprendemos la experiencia de la voluntad, mejores y más expertos nos volveremos en el arte de decidir. Nos convertiremos en más potentes y efectivos. Los ensayos y errores nos irán fortaleciendo y madurando en la responsabilidad. Hemos decidido libremente, somos responsables de nuestros actos.

En esta ocasión sólo hemos abierto este tema a su consideración. En otros artículos iremos respondiendo sus consultas y ampliando el apasionante mundo del poder de la voluntad, para desarrollarla y servirse de ella como instrumento de logros, mejoría y superación.

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